Buenos días desde el Sendero de los Ocres. Esta impresionante formación geológica, de más de 230 millones de años de antigüedad, una autentica brecha sangrante embutida en un bellísimo bosque de pinos y castaños, surge de repente, a la vuelta del viejo cementerio del pueblo (Roussillon, uno de los pueblos con el distintivo “más bonitos de Francia”).

Un fondo marino del que el mar se retira hace 100 millones de años, al que el clima, las aguas de lluvia y la erosión transforman en arenas ocres; tierras blandas de singular color que pronto se descubren perfectas para ser mezcladas con agua o aceite y que dan como resultado un pigmento natural de intensos y variados ocres, una auténtica paleta de colores. Pronto surgen las canteras para su extracción y comercialización con Oriente (fabricantes y tejedores de seda), y así durante un milenio, hasta que llegan los tintes sintéticos, que suponen el cierre de las canteras.

La falta de explotación, junto con la erosión natural, determinan la formación de un paisaje de acantilados, formaciones rocosas caprichosas, “chimeneas mágicas de vivos colores ocres; hasta 17 tonalidades de ocres que van desde el amarillo suave al rojo intenso; además mutan a medida que el sol las recorre.

 La cálida luz de la Provenza es un plus que hacen del sendero (con pasarelas, puentes y miradores) un lugar único, como único es también Roussillon.

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