Hay sueños que deseas repetir una y otra vez, y anoche sucedió. Soñé que volvía a La Habana y paseaba por las calles de la Vieja Habana; despacio entraba en multitud de pequeños colmados donde venden “casi de nada” en algunos y «casi de todo» en otros, pero todos tienen esa belleza que el sabor a lo antiguo desprende.
Seguí mi paseo por las viejas calles cruzándome con personajes muy singulares que por unas pocas monedas te leen la mano o se hacen fotos con un puro en la boca aprovechando que algún turista quiere inmortalizar la escena. Camino sin rumbo, pues en La Habana es lo que se tiene que hacer, perderse y dejarse llevar. Llego a una calle donde se agrupa la gente como si de la entrada de un espectáculo se tratara, me voy abriendo hueco y descubro que estoy en la mismísima puerta de “La Bodeguita de En medio”; no hay puerta, una celosía de madera lo separa de la vía pública. Un viejo mostrador y unas estanterías llenas de botellas de ron son la primera imagen que uno ve, después la gente apelotonándose en la barra y pidiendo un “mojito”; estamos en la catedral de los mojitos, se dice que en la Bodeguita se prepara el mejor mojito que existe, puede que sea cierto o no pero la culpa, como de otras muchas cosas, la tiene el señor Hemingway. El mojito de la Bodeguita y el Daikiri de la Floridita son los mantras de La Habana. Un escritor, viajero y vividor que allá por donde iba disfrutaba y ponía de moda lugares, fiestas y tradiciones como la de San Fermín.
Ahora estoy en La Habana y estoy a punto de entrar en La Bodeguita a tomar mi mojito. Después de probarlo, he de confesar que es realmente bueno; sigo mi camino y paso por el Hotel Ambos Mundos, otro lugar inmortalizado por él, aquí descansaba cuando visitaba La Habana.
Hay hoteles muy emblemáticos, cargados de Historia e historias, que han vivido momentos de gloria y etapas oscuras, pero han sobrevivido, hoteles como el Nacional, el Sevilla, Iberostar Parque Central o el Meliá Cohíba entre otros.
Caminando por una de sus calles, desemboco en el parque Central y lo primero que llama mi atención son las decenas de coches clásicos, divinamente restaurados, algunos de ellos con colores muy chillones mientras que otros parecen de la mafia de los años 50, los hay descapotables, sedan, tuneados, estridentes…, los hay para todos los gustos. Fascinantes.
Aunque parezca inverosímil, estos autos de época circulan por las calles de La Habana a diario y tienen la función de taxis (llamados almendrones), la gente los alquila para paseos familiares, hacerse un montón de selfies e incluso para impresionar a una chica. Estos autos americanos de las décadas 40 y 50 siguen rodando como si el tiempo se hubiese detenido.
Continúo caminando por el Paseo del Prado, vuelvo a ver lugares tan familiares como el Centro de Cultura Andaluza o la Casa de Asturias y por un momento vuelvo al pasado y recreo cuando por estas calles convivían estos mismos coches con señores ataviados con trajes blancos y sombreros de ala. Por un momento me detengo a observar cómo un grupo de niños juegan en medio del paseo mientras en un banco una pareja escucha salsa y, unos metros más allá un grupo de escolares abandonan ya la escuela, ¡me encanta!; en La Habana encuentras en cada rincón una postal.
Por fin llego al Castillo de San Salvador de la Punta donde comienza o termina el Malecón. Es impresionante ver como las olas rompen contra las piedras del paseo y salpican llegando a la carretera. Volviendo hacia el Paseo de Martí por algunas de las calles que lo conectan con el Malecón, aparece un barrio realmente peculiar, donde el caos, edificios destrozados, ropa tendida, gente en moto, en coche o a pie, circulan sin concierto alguno, todo un contraste con la elegancia de los edificios que metros más arriba se erigen en el Paseo de Martí o en el Parque Central. Lo que más llama mi atención es la alegría de sus gentes, la tranquilidad de poder caminar por cualquier lugar y sentirme seguro y, por supuesto, sus coloridos almendrones.
Hace un rato ya ha sonado el despertador, es hora de levantarme e interrumpir mi sueño, aunque creo que hoy va a ser uno de esos días, o tal vez no, que te levantas bien, he tenido un sueño muy agradable, paseaba por La Habana.