Ronda suspendida entre historia y leyenda
En la milenaria Ronda se entretejen los hilos de un pasado vibrante, una geografía espectacular y una identidad tan única como reconocible. El paisaje escarpado, la arquitectura de herencia árabe, las historias de bandoleros y toreros legendarios, el poso cultural de generaciones de artistas y escritores… todo confluye en este enclave malagueño que, más que una ciudad, es una emoción grabada en piedra.
Desde Plinio hasta Juan Goytisolo, pasando por Rilke, Vicente Espinel o Juan Ramón Jiménez, Ronda ha sido objeto de admiración y musa literaria. Es aquí donde, según la sabiduría popular, “llueve hacia arriba y los pájaros vuelan a los pies de los que se asoman al Tajo”.
Un paseo sin prisas por el alma andalusí
Ronda invita a perderse. A cruzar su Puente Nuevo, a dejarse envolver por el frescor de la Alameda del Tajo, a saborear el tiempo entre plazas, murallas y alminares que sobreviven al paso de los siglos. La ciudad antigua se divide en tres zonas: la medina árabe —corazón histórico—, el barrio de San Francisco —más tranquilo y separado por las murallas—, y el Mercadillo —nacido tras la reconquista, al norte del río Guadalevín.
La historia de una Ronda celta, romana y musulmana
Los orígenes de Ronda se remontan a los celtas bástulos, que la llamaron Arunda. Los romanos consolidaron su presencia tanto en Arunda como en la vecina Acinipo, cuya colina conserva uno de los teatros más impresionantes de la Hispania romana.
Tras el periodo visigodo, la Ronda musulmana resurge con fuerza bajo el nombre de Izna Rand Onda. Del siglo VIII al XV se convierte en una de las fortalezas clave de al-Ándalus. Durante el emirato de Córdoba, destaca la figura de Omar Ben Hafsún, líder de los muladíes sublevados contra el poder omeya. A su muerte, el poder vuelve a Córdoba y más tarde a la taifa bereber de los Banu Ifrán, hasta que, en el siglo XIII, pasa a manos de los nazaríes de Granada.
Ronda cae finalmente en 1485 ante los Reyes Católicos tras una feroz resistencia. A partir de entonces, la ciudad se transforma, pero no olvida sus raíces. A lo largo del siglo XVI, Ronda será testigo de rebeliones moriscas, hasta la definitiva expulsión de 1571. En el siglo XVIII experimenta un renacer económico, coronado por la construcción del Puente Nuevo en 1751.
El Tajo de Ronda: abismo y símbolo
El Tajo es el alma geológica de Ronda, una garganta natural de 100 metros de profundidad y 500 de longitud que divide en dos la ciudad. El Guadalevín ha cincelado, a lo largo de milenios, este desfiladero que es hoy Monumento Natural y emblema visual de la localidad.
Este entorno, además de su impacto visual, tiene gran valor ecológico: acoge colonias de cernícalos primilla, halcones peregrinos y búhos reales, entre otras aves. El Tajo forma parte del Conjunto Histórico de Ronda y de la Zona Especial de Conservación (ZEC) del río Guadalevín.

Los Baños Árabes: legado bajo tierra
Los Baños Árabes de Ronda, datados en época nazarí, están considerados los mejor conservados de la península. Están ubicados en el antiguo arrabal islámico, cerca del arroyo de las Culebras. Durante siglos estuvieron sepultados por crecidas y por el desinterés cristiano. Hoy pueden visitarse sus tres salas termales (fría, templada y caliente), las bóvedas con lucernarios en forma de estrella y los sistemas hidráulicos originales.

La Serranía: tradición, naturaleza y autenticidad
Ronda es capital de una comarca de una belleza salvaje: la Serranía de Ronda. Este territorio, encajado entre parques naturales como Los Alcornocales, Sierra de Grazalema y Sierra de las Nieves, conserva tradiciones, recetas, acentos y modos de vida que la modernidad no ha logrado borrar.
Aquí, cada pueblo cuenta su historia con piedras encaladas, plazas tranquilas y recetas que huelen a leña y a matanza. Aquí uno puede alumbrarse con un candil en una cueva prehistórica o dar de comer a un toro bravo. Aquí, el tiempo se mide con otro reloj.

El arte rupestre de la Cueva de la Pileta
En Benaoján, muy cerca de Ronda, se halla la Cueva de la Pileta, una joya prehistórica descubierta en 1905. Con pinturas de animales como ciervos, bisontes, caballos e incluso focas, es uno de los yacimientos más relevantes del Paleolítico en Europa. Su visita se realiza con luz de candil, lo que potencia aún más la experiencia mística de viajar miles de años atrás.

Gastronomía de raíz
Comer en Ronda es celebrar la tierra. No se puede marchar uno sin probar el rabo de toro en salsa, las migas con chorizo, el conejo a la rondeña o los guisos con pata de cerdo. La castaña del Valle del Genal, las calabazas locales, la carne de caza y los dulces conventuales como las yemas de Ronda completan la propuesta. Una cocina rural, directa y sabrosa, heredera de los antiguos fogones. Pero hay mucho más por descubrir: la sopa de tomate a la rondeña, espesa y perfumada con hierbabuena; el ajoblanco de almendras, que se sirve frío y coronado con uvas; o la chanfaina, presente en varios pueblos de la Serranía y protagonista de fiestas populares como la de Atajate. Aunque no es un plato exclusivo de Ronda —pues se cocina en otras regiones de España—, aquí mantiene su versión serrana con cordero, sangre cocida y especias, heredada de las matanzas tradicionales.

En otoño, los bosques cercanos ofrecen níscalos y boletus que se preparan en revueltos o arroces. También se elaboran quesos artesanos con leche de cabra payoya y manteca colorá para untar el pan en los desayunos.
En algunas cartas aparece aún la mazamorra —una crema fría de almendra— y en las reposterías sobreviven empanadillas dulces, piñonates y alfajores. Incluso es posible probar truchas del Guadiaro al ajillo o asados de cordero serrano cocinados al horno de leña.
Todo sabe a campo, a sierra, a historia… Y es que, en Ronda, los sabores no solo alimentan el cuerpo, sino que narran historias, preservan la identidad y dejan en la boca el regusto de lo auténtico.
Acinipo, la ciudad milenaria entre las nubes
A unos 20 kilómetros de Ronda, Acinipo —la antigua Ronda la Vieja— se alza sobre una colina a más de 1.000 metros de altitud. Fue una ciudad romana próspera, con moneda propia, y llegó a rivalizar en importancia con Arunda, la actual Ronda.
Lo más impactante es su teatro romano, excavado directamente en la roca, con un graderío que aprovecha la inclinación natural del terreno. Su acústica sigue siendo notable, y el horizonte serrano que lo rodea convierte cada visita en una experiencia casi ceremonial.
Además del teatro, pueden verse restos de viviendas, termas y muros defensivos. Aunque hoy permanece en silencio, Acinipo guarda en sus piedras la memoria de una ciudad que fue centro de poder, comercio y cultura en la Hispania romana.

Ronda (Málaga)