Lanzarote es una isla nacida del fuego y el viento, una geografía extrema donde los cráteres, las coladas de lava y las finas cenizas negras —el célebre picón— dibujan paisajes lunares inconfundibles. Explorarla a pie por rutas volcánicas y coronar calderas es tan emocionante como brindar en La Geria con una copa de Malvasía Volcánica. Este artículo recorre senderos entre volcanes, visita bodegas con historia y propone miradores que parecen de otro planeta, para un viaje que combina naturaleza, cultura del vino y silencio atlántico.
Rutas volcánicas en Lanzarote: cráteres y senderos
El corazón de las rutas volcánicas en Lanzarote late en el Parque Nacional de Timanfaya, epicentro de las erupciones de los siglos XVIII y XIX. Desde el Islote de Hilario parte la Ruta de los Volcanes en guagua, un itinerario panorámico que revela las Montañas del Fuego, hornitos, mares de lava y fumarolas que recuerdan que el subsuelo sigue vivo. Si prefieres senderismo, toma nota: dentro del parque los caminos a pie son guiados y con cupo, pero en los alrededores abundan opciones señalizadas que permiten acercarte con seguridad a cráteres y calderas.
Tres rutas imprescindibles: el Volcán del Cuervo, la Caldera Blanca y Montaña Colorada. El Volcán del Cuervo (4–5 km, fácil) te permite entrar en la propia caldera por un collado, rodeado de bombas volcánicas y lapilli que cruje bajo las botas. La Caldera Blanca (9–10 km, moderada) asciende por lavas cordadas hasta una cima con vistas 360º sobre Timanfaya y La Geria, perfecta para entender la escala del paisaje. Montaña Colorada (3–4 km, fácil) destaca por su gran bomba volcánica y el contraste cromático rojizo que, al atardecer, parece arder de nuevo.

Consejos prácticos para disfrutar y conservar: comienza temprano para evitar calor y viento, lleva calzado de suela rígida, agua y protección solar, y respeta siempre los senderos. La Ruta de Tremesana, dentro de Timanfaya, requiere reserva previa y guía oficial; es una oportunidad única para interpretar el territorio de forma didáctica. Complementa tu día volcánico con miradores como el del Río, o con la visita a tubos volcánicos como Cueva de los Verdes y Jameos del Agua, donde la lava creó catedrales subterráneas de belleza hipnótica.
Bodegas de La Geria y paisajes lunares únicos
La Geria es un viñedo imposible sobre un mar de cenizas. Aquí, los viticultores excavan hoyos cónicos en el picón y protegen cada cepa con semicirculares muros de piedra —los zocos— que la resguardan del alisio. El lapilli captura la humedad nocturna y la libera lentamente, permitiendo que la Malvasía Volcánica, Listán Negro o Diego prosperen sin riego. El resultado es un paisaje lunar cultivado, un mosaico negro y verde que sintetiza la resiliencia de la isla y su ingenio agrícola.

Visitar sus bodegas es entender el terroir volcánico en copa. Bodegas como El Grifo (fundada en 1775), La Geria o Rubicón ofrecen recorridos entre lagares, museos y catas comentadas. La Malvasía Volcánica seca destaca por su frescor salino, notas a fruta blanca y un toque mineral; en versiones semidulces o de vendimia tardía, despliega aromas a miel y flores. Combínala con quesos de cabra majoreros, papas arrugadas con mojo o pescados locales, y deja que la acidez marque el ritmo de una gastronomía también esculpida por el propio volcán.
Para disfrutar la carretera del vino, sigue la LZ-30, deteniéndote en miradores naturales entre zocos, conos y coladas; las mejores luces llegan al amanecer y atardecer, cuando el picón se torna dorado. Fotografía sin pisar los hoyos ni subirse a los muros: cada piedra protege una planta que lucha por el agua. Si el cielo está despejado, quédate a observar estrellas: la baja contaminación lumínica convierte La Geria en un balcón oscuro al cosmos, un cierre perfecto tras un día de cráteres, senderos y brindis.
Lanzarote volcánica cautiva por el diálogo entre fuego y vida: calderas que se pueden tocar, senderos que crujen y vinos nacidos de ceniza. Planifica tus rutas, reserva las visitas guiadas necesarias y acércate a las bodegas con respeto por un paisaje frágil y único en el mundo. Entre cráteres, La Geria y horizontes lunares, descubrirás una isla que se recorre despacio y se saborea en cada sorbo.



