Akko, Akka, Acre o San Juan de Acre, nombres históricos para designar una ciudad que, en la cima de un promontorio al norte de la Bahía de Haifa (Israel), es una fusión de culturas y religiones que atesora una historia muy antigua.
Ya para griegos y romanos fue uno de los puertos más importantes del Mediterráneo; pero sin duda fueron las cruzadas, los Caballeros Templarios durante sus incursiones en Tierra Santa, las que le dieron un plus histórico añadido. Los Hospitalarios (una orden militar formada por monjes que atendían a los enfermos en Tierra Santa y que velaban por la seguridad de los peregrinos que acudían a los santos lugares) tras la pérdida de Jerusalén por los cruzados, trasladan a Akko el nexo de unión entre Tierra Santa y la Europa cristiana, durante 100 años y llevan a cabo la construcción de una magnífica “Fortaleza Hospitalaria” allá por 1290. Cuando el Imperio Otomano toma la ciudad la mayor parte del legado templario será destruido. Habrá que esperar a los años 50-60 del siglo XX para que la ciudad templaria subterránea, la “ciudad cruzada”, salga a la luz (la sala de los Caballeros, la Sala de las Columnas, …) y lo mucho que queda aún por aflorar.